Despedida con eses
Los medios escritos corrigieron cuatro verbos que se habían oído en el discurso de Florentino: ayudastes, pasastes, hicistes, dijistes
El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, leyó estas cuatro frases en su discurso de siete minutos pronunciado el 22 de agosto para decir adiós a Casemiro, traspasado al Mánchester United: “Nos ayudastes a mantener al Castilla en Segunda”, “pasastes a formar parte del primer equipo”, “los jóvenes sueñan, como tú lo hicistes, por vestir esta camiseta”, “aún recuerdo cuando me dijistes que sólo querías que te dejaran jugar cinco partidos”.
Tal vez miles de maestros de España y de América dieron un respingo al oír por la televisión o la radio esos cuatro verbos, que los medios escritos retocaron piadosamente al recoger las palabras del presidente madridista, para quitarles la ese final.
Ana Torroja ya había recibido abundantes críticas por cantar “tú contestastes que no”, en La fuerza del destino (1989), comentarios adversos que quizás no llegaron a oídos de Florentino Pérez. (La solista de Mecano corregiría ese verbo en actuaciones y grabaciones posteriores).
La opción terminada en ese ha sido criticada por grandes filólogos, como el colombiano Rufino José Cuervo y el venezolano Andrés Bello; y también por el español Fernando Lázaro Carreter, entonces director de la Academia, como recoge su recopilación de artículos El dardo en la palabra (1997, página 136). De hecho, desde Nebrija (1492) las obras normativas del castellano bendicen solamente la construcción sin ese en la segunda persona del singular del pretérito indefinido (o perfecto simple).
Ahora bien: todo lo que sucede ocurre por algo. Las demás formas de segunda persona, excepto el imperativo, sí acaban en ese: “contestas”, “contestabas”, “contestarías”, “contestarás”… “Contestaste” constituye un islote en la serie, como pasaba también en latín.
Así que tanto la forma sin ese como la opción con ella tienen su explicación.
En el primer caso, por la etimología latina: en aquella lengua se distinguía entre legisti (leíste) y legistis (leísteis).
Y en el segundo, porque la ese se añadió en el castellano medieval, con alguna influencia del voseo que convivió con el tuteo (“vos oistes”); y para deshacer el islote (Ralph Penny, Gramática histórica del español, 1993: 202-204). Con ello, hace siglos era posible pronunciar “tú leístes” y “vosotros leístes”. De tal modo, el singular y el plural se podían confundir; por ejemplo, al preguntar “¿qué leístes?”. Por ello, hacia el siglo XVII, en una lucha sin par entre la analogía por un lado y la precisión por otro, se empezó a suprimir la ese en el singular. ¿Y qué pasó después? Lo que ya sabemos: que ese “leistes” del plural se transformaría en “leísteis” (o “ayudasteis”, “pasasteis”…), al añadírsele una i en la desinencia; también por analogía: con “leíais”, “leéis”, “leeríais”… Desde entonces carece de sentido omitir la ese en el singular a fin de diferenciarlo del plural. ¡Pero ya se le había quitado!
Y en ese jaleo andamos aún.
¿Ganará terreno la forma que se tacha de vulgar? No lo sabemos, pero los juicios y prejuicios de ahora se aplican… a los discursos de ahora. La gramática de las academias dice que las variantes con la ese “se consideran hoy incorrectas”. Y de hecho casi nunca se ven por escrito, salvo cuando un novelista las pone en boca de alguien a quien desea dejar por poco esmerado. Ya Plauto (siglo II a. C.) retrataba a sus personajes, en latín, con las palabras que ellos mismos decían.
Y ese es el papel del que Florentino Pérez se habría podido librar si no hubiera traspasado a Casemiro.
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